
Millones del Estado destinados a legisladores inútiles que no legislan: el alto precio de la inacción política.
Millones del Estado destinados a legisladores inútiles que no legislan: el alto precio de la inacción política.
Editorial29/09/2025En octubre, la provincia de Catamarca volverá a las urnas. Como en gran parte del país, se definirá el rumbo político en diferentes niveles, y en ese escenario aparece una pregunta que incomoda a muchos: ¿qué nos dejó el peronismo en Tinogasta? La respuesta es tan cruda como evidente: años de absoluta inacción, privilegios desmedidos y un vacío político que lastimó a la comunidad.
El ejemplo más claro de esta herencia fallida lo encarna el actual senador provincial, José Misael “Nony” Alaniz Andrada, un nombre que durante su mandato (2021–2025) apenas figuró en papeles, pero que jamás se transformó en hechos. En teoría, representaba a Tinogasta en la Legislatura provincial. En la práctica, su presencia fue casi fantasmal: no recorrió los pueblos, no presentó proyectos significativos, no acompañó a las instituciones, no se lo vio al lado de la gente en momentos difíciles. A tal punto llega su vacío político que ni siquiera los propios militantes del Partido Justicialista —su partido— pueden recordar alguna gestión concreta de Alaniz.
La ironía es dolorosa: mientras la población esperaba representación, el senador ocupaba comisiones claves en la Cámara, como Salud Pública y Deportes, Presupuesto y Hacienda o Justicia y Derechos Humanos. Áreas en las que podría haber impulsado mejoras trascendentales para un departamento que sufre falencias históricas en materia de salud, infraestructura y desarrollo. Sin embargo, nada de eso ocurrió.
El contraste se agrava cuando se observa el costo que significó mantener a Alaniz en ese cargo. Según datos publicados en su momento por el diario El Aconquija (29 de noviembre de 2020), el legislador percibía un sueldo blanqueado de alrededor de $142.000 mensuales, al que se sumaban extras en negro que superaban los $230.000. En total, embolsaba unos $372.000 por mes, que proyectados a los cuatro años de mandato superan los 17 millones de pesos, sin contar privilegios adicionales como combustible y cubiertas para su vehículo oficial.
Son cifras que indignan si se comparan con la realidad que vive Tinogasta: hospitales sin terapia intensiva, falta de insumos en el sistema de salud, carencias en infraestructura escolar y un deterioro social que nunca encontró respuesta en su representante. En lugar de traducirse en proyectos, solidaridad o gestiones, esos recursos terminaron siendo un gasto inútil para la comunidad.
Alaniz no es un caso aislado. Su falta de gestión se emparenta con la figura de Roxana Paulón, ex intendenta de Fiambalá, recordada por una administración marcada por deudas millonarias, abandono de bienes municipales y la parálisis de un pueblo que tardará años en recuperarse. Ambos, desde distintos cargos, representan una manera de hacer política que se repite en el peronismo local: el culto al cargo vacío, al privilegio personal y al olvido del vecino común.
Un ejemplo vergonzoso ocurrió cuando la sede del Consejo Departamental del PJ en Fiambalá estuvo al borde del desalojo por falta de pago de alquiler y servicio de energía eléctrica. Ni Alaniz ni Paulón aparecieron para sostener su propio partido; fueron los pobres militantes, de su propio bolsillo, quienes tuvieron que hacer una “vaquita” para evitar la humillación pública. Esa anécdota resume con crudeza lo que significa este modelo político: dirigentes ausentes y bases que pagan la factura de su irresponsabilidad.
Al llegar al final de su mandato, el senador Alaniz se despide con la peor de las imágenes: la de un representante que no representó a nadie. Ocho años de “no hacer nada” —contando su paso por otros cargos municipales y legislativos— dejan un saldo de frustración y desconfianza. No hay proyectos recordables, no hay acciones de gestión que puedan rescatarse, no hay una sola huella que justifique los millones invertidos en sostenerlo en un cargo público.
Su salida por la puerta trasera es también la metáfora de un peronismo agotado en la región. Un partido que alguna vez supo ser sinónimo de movilización popular, pero que hoy solo parece garantizar beneficios personales a sus dirigentes, mientras la gente enfrenta las mismas carencias de siempre.
La conclusión es clara: el peronismo en Tinogasta y Fiambalá dejó más sombras que luces. Y no se trata de un debate ideológico, sino de hechos concretos: una senaduría vacía, una intendencia marcada por el abandono y una militancia defraudada. Si algo deberían aprender los ciudadanos en esta nueva contienda electoral es que los nombres y los partidos que han demostrado indiferencia no merecen otra oportunidad.
La política no puede ser un refugio para el “no hacer nada”. La política debe ser la herramienta para transformar la realidad de un pueblo que exige representación, trabajo y compromiso. Lo demás es un fraude caro, sostenido a costa del sacrificio de los que menos tienen.
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